viernes, 19 de julio de 2013

RINCÓN DE ANGELITA PEREZ



HORACIONES INÉDITAS DE LA VIRGEN DE LA ALCANTARILLA.


Con motivo de los cultos, durante el mes de mayo, a nuestra Patrona, publico dos oraciones que se le rezaban antiguamente y que se han perdido en el recuerdo.
La primera se rezaba durante la gravísima enfermedad de gripe que sufrió la población durante el año 1918 y la segunda es obra de una persona anónima de la población, quizás, por algún hecho parecido que sufrió en su familia.

ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA ALCANTARILLA EN LA GRIPE DEL 18.

Cuando en la agonía estemos,
Señora,
cúbranos tu manto,
Madre y Protectora.

A LA STMA. VIRGEN DE LA ALCANTARILLA

 Siguiendo de mis padres el ejemplo
(de su hogar fuiste Tú, Reina y Señora),
mis hermanos y yo, Virgen bendita,
te proclamamos Madre y Protectora.

Al final de sus vidas, todos ellos,
llenos de fe, de amor y de esperanza,
te invocaron en la hora de su muerte
y pusieron en Tí su confianza.

Murieron con la muerte de un cristiano,
porque Tú, como madre bondadosa
no olvidaste la fe de mis hermanos
y acogiendo sus almas con amor
al reino celestial conducirías,
implorando de Cristo su perdón.

De aquel hogar en el que Tú reinabas
sólo existe la que en Tí confía.
Ampárame en la hora de mi muerte,
no me dejes nunca Madre mía.


DOS CURAS O REMEDIOS CASEROS

EL EMBARGO

A curar el embargo se le llamaba aplicar el remedio adecuado a una anomalía física que se decía era producida por una “fuerte impresión”.
Los síntomas eran un fuerte dolor de piernas fijadas en las pantorrillas, lo que en términos deportivos se llama “subirse los gemelos”.
Este mal había que tomárselo muy en serio ya que la demora en aplicar el remedio podía tener graves consecuencias musculares.
El remedio consistía en que la curandera empezaba masajeando la zona dolorida con aceite de oliva y cuando encontraba la dureza decía “aquí esta el pez”, después ponía una moneda de cobre y con un vaso baca abajo rodeando la moneda comenzaban a masajear hasta conseguir poner el músculo laxo.

LA CULEBRILLA

Otra enfermedad que en Belalcázar tenía y sigue teniendo una cura casera es el “HERPE ZOSTER”, llamado popularmente “Culebrilla”.
La “Culebrilla” es un herpe que sale en una determinada parte del cuerpo que causa fuertes picores, frecuentemente en la zona lumbar y del tórax, aunque hay casos de darse en la cabeza.
Se manifiesta por un conjunto de, una especie de manchas rojas, que se denomina “la cabeza de la culebrilla”, éstas manchas van creciendo a lo largo del cuerpo y si no se trata, le da la vuelta al mismo hasta juntarse en la parte donde empezó.
Cuando esto sucede se llama “juntarse la cabeza con la cola” y produce grandes fiebres y pueden acarrear la muerte.
La cura consiste en “El Rezo de la Culebrilla”.
Para realizar éste primero hay que dejar macerar un ramillete de romero silvestre en un recipiente con agua de pozo (agua sin tratar químicamente). Esta maceración se hace 24 horas antes de empezar el rezo y no se le puede añadir más agua. Se la deja a la intemperie protegida del sol pero no del relente de la noche lo que se conoce en la terminología del pueblo como “Dejar al Sereno”.
El rezo se hace durante 9 días, se reza una vez al día y en cada rezo se dicen 9 veces la oración, al término de cada oración se rocía el agua usando el ramillete de romero a modo de hisopo, haciendo la señal de la cruz. Mientras el curandero dice la oración mentalmente para que no la aprendan otros ya que, normalmente, se cobraba por rezar por lo que se transmitía de padres a hijos o personas de confianza.
Dicha la oración se reza conjuntamente con el enfermo un Padre Nuestro. En ésta parte varía de un curandero a otro, pues algunos añaden también el rezo de un Ave María.
El texto de la oración dice:

Por un camino alante van dos bonifacios (1)
Se encuentran a Jesucristo y la Virgen María que les preguntan.
¿Dónde camináis los dos bonifacios?
Vamos en busca de la hierba para matar la culebra.
Volvéos para atrás, que con una mata de romero
y agua fría la cabeza de la culebra morirá,
rezándole un Padre Nuestro y un Ave María.


(1) El vocablo andaluz alante,  equivale adelante.

LA FIESTA DE LA CANDELARIA O FIESTA DE LA LUZ


El día anterior a la fiesta, los hombres y niños, traían del campo montones de un arbusto llamado abulaga, con el cual se alimentaba el fuego de la luminaria de cada barrio.
El día uno por la noche al toque de ánimas tenía lugar el encendido de las hogueras. Las mujeres entonando canciones jugaban al corro alrededor de la lumbre y los jóvenes saltaban a través de las llamas.
En la mañana del día dos después de la celebración de la eucaristía, tenía lugar la procesión de la Virgen de la Candelaria. La Virgen procesionaba sobre las andas con el niño en brazos, una flor de almendra y una vela encendida al lado de ambos. Delante del paso un niño portaba una pareja de pichones dentro de una canastilla.
En la vela, que llevaba la Virgen encendida, estaba concentrada la atención popular por ver si se apagaba o permanecía encendida, por el dicho de “ Si la Candelaria implora el invierno fora, si no implora ni dentro ni fora”.
Cuando la vela volvía encendida a la iglesia estaba el invierno “fora” fuera, si se apagaba indicaba lo contrario.
Esta celebración es la conmemoración de la vida de Jesús, la Purificación de la Virgen y la presentación del Niño en el Templo.
El significado de la fiesta es que Cristo la Luz del mundo es presentada por su Madre y viene a iluminar a todos como la vela o las candelas, de donde se deriva el nombre de Candelaria.
Hace muchísimos años, en el pueblo, en este día de la Candelaria las mujeres hacían un acto semejante: la madre de rodillas con el niño en brazos (su hijo) y con una vela encendida al lado escuchaban la santa misa.
No se si en otro lugar habría igual costumbre, aquí tenía razón de ser por la existencia de familias descendientes de judíos conversos, siendo éste acto una reminiscencia de este precepto de aquel pueblo.

Como anécdota había una señora en el pueblo que cuando rezaba el rosario en el Ave María decía: “Dios te salve María tía y señora mía” a lo que su sirvienta contestaba ¿Santa María tía de usía?.                                                                                                                                  
ORACIÓN DE SANTA BÁRBARA


Entre los refranes de contenido meteorológico, está el de “ Solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena”.
Hoy la empleamos cuando hay una tormenta con fuertes truenos y en sentido figurado cuando metafóricos truenos hacen tambalear o amenazan nuestras vidas.
Se ignora en que momento se pronunció por primera vez este refrán, pero se puede afirmar que la tradición durante muchos siglos han vinculado a Santa Bárbara con los truenos.
Hay numerosas oraciones a Santa Bárbara, me atrevería a decir que, casi una por población, así en nuestro pueblo la oración decía:

Santa Bárbara se levantó
sus santas manos se lavó
a los cielos se marchó
se encontró con el Señor
¿Bárbara donde vas?
A quitar los truenos
que el cielo lleno está
a echarlos a la mar
donde no haya paja ni grano
ni señal de cristiano.

                                                    Angelita Pérez Delgado


EL VIÁTICO



El Viático se llamaba el llevar a los enfermos los últimos sacramentos.
Era un acto hecho con una gran solemnidad, una especie de pequeña procesión.
En primer lugar 12 campanadas anunciaban al pueblo que un vecino se encontraba en sus últimos momentos. Gran número de personas acudían a la parroquia desde donde partían juntos con el sacerdote al domicilio del enfermo.
El sacerdote revestido con una capa más pequeña que la usada en las grandes solemnidades portaba la Sagrada Forma dentro de una pequeña caja.
Acudían bastantes personas, no solo mujeres también hombres,  puesto que los hombres eran los encargados de llevar cuatro faroles de gran tamaño.
Al llegar a la puerta de la casa del enfermo los asistentes se hacían a los lados y sólo entraban, hasta la habitación, con el sacerdote los que llevaban los faroles.
De regreso a la parroquia y dado que el sacerdote llevaba más de una Sagrada Forma se volvía con el mismo respeto.
Por las calles que pasaba esta especie de procesión, las mujeres salían a sus puertas con velas encendidas y se arrodillaban. De rodillas se ponían, también, todos los que se encontraban el cortejo por las calles por donde pasaba, los hombres además se quitaban la gorra o el sombrero en señal de respeto.

                                                                Angelita Pérez Delgado


NOSTALGIA POR LAS CAMPANAS DE LA PARROQUIA

Antes de 1.936, año en que dejaron la parroquia como vieja desdentada, contaba con ocho maravillosas campanas.
La llamada campana Gorda, era una pieza de bronce de 100 quintales de peso, según rezaba en una inscripción que había en uno de sus lados y que decía así : “María Rafaela me llamo, cien quintales peso”.
La contemplé muchas veces, cuando caída en el suelo, incrustada en mitad de un montón de tierra, esperaba el momento de ser trasladada a otro lugar no sé para que fines, se rumoreaba que podía ser convertida en metralla.
Triste destino para la que tantos años llamó a sentimientos de piedad, amor y paz.
Un campanero llamado Marcelino a quien todos llamaban “Ramito”, algo borrachín pero simpático, tocaba el juego de campanas con una maestría digna de una Catedral, pues sus repiques eran de tal musicalidad que no se ha oído cosa igual en ningún otro sitio.
Estas campanas, con un lenguaje de bronce dirigieron el quehacer y la vida del pueblo.
Al toque del “Alba”, al amanecer, los agricultores y ganaderos emprendían la salida al campo, las personas piadosas comenzaban el día con la llamada Misa del Alba.
En tiempos de cuaresma a las once de la mañana tocaban un repique llamado Vísperas del medio día. En tiempo ordinario este toque se llamaba Completas coincidiendo con el rezo que  a esa hora hacían los sacerdotes del oficio divino.
A las doce invitaban a hacer un alto en el trabajo para el rezo del Ángelus, costumbre muy extendida.
A las tres de la tarde, en el tiempo ordinario, las vísperas señalaban el reanudar el trabajo después del breve descanso para la comida del medio día.
Al anochecer el cese de toda actividad era señalado por unos toques llamados “Oraciones”.
Sobre las ocho de la noche tocaban Las Ánimas y a esa hora las vísperas de días festivos los anunciaban con unos alegres repiques que nos hacían la mar de felices. Los niños intuíamos que al día siguiente no íbamos a clase y las personas mayores veían en ello un día de descanso y los jóvenes de diversión.
A las 10 de la noche 33 campanadas, con la campana gorda, componían lo que se llamaba La Ronda. Costumbre establecida y que según la tradición dio lugar el hecho siguiente: “Habiéndose cometido un robo en casa de un vecino, culparon a una sirvienta. Esta fue juzgada y condenada. Demostrándose posteriormente su inocencia, en reparación y como recuerdo, se instituyó una fundación  que estableció esta costumbre de 33 campanadas, denominándola “La Ronda”.
A esta hora de la noche toda persona que se preciase de serlo de bien debía recogerse y hasta los enamorados cuya costumbre era de verse de Ánimas a Ronda, debían de poner fin a sus prácticas amorosas al dar la última campanada.
Tenían estas campanas, además de los  ya dichos, unos toques especiales tremendamente emotivos, de tal manera que los distintos sonidos, según el acontecimiento que anunciaban, penetraban muy dentro, y así nos alegraban cuando sus repiques nos decían que había fiesta.  Cuando su sonido grave y triste era por un difunto la pena nos entristecía.
Había una campana pequeña llamada El Esquilón, que con un toque fino y penetrante anunciaba que alguien se encontraba en agonía.
También indicaba con 12 campanadas cuando el Viático era llevado a algún vecino y con 6 campanadas la Santa Unción cuando ya algún enfermo se encontraba en situación extrema.
Cuando había fuego tocaban Arrebato.
La noche del día de los Santos (desde el toque de oración) hasta el día siguiente por la mañana doblaban como aquí se dice por los Difuntos.
Cuando moría un niño pequeño, se decía que tocaban a Gloria, señal inequívoca de que habían  engrosado los coros angelicales.
Ya apenas suenan las campanas, ni nos alegran ni nos entristecen sus sonidos. Parece que el pueblo se ha quedado sin corazón.

                                                                    Angelita Pérez Delgado