LA ARGOLLA DE LOS REOS
D.
José Luis González Peralbo, en un impresionante e interesante estudio sobre la
comarca de los Pedroches en la guerra de la Independencia, nos relata el
restablecimiento de una curiosa tradición de nuestro pueblo que no es otra que
la de ARGOLLA DE LOS REOS, que consistía en atar todos los días a los
delincuentes comunes a una argolla que estaba en la esquina de la plaza, en la
actual pared de la Jefatura de la Policía Local, para que fuesen visto por todos.
D.
Jose Luis escribía:
La
comarca estaba fraccionada en las conocidas tres zonas existentes desde hacía
tiempo: las tierras de los señoríos de Belalcázar y de Santa Eufemia y las
correspondientes a las Siete Villas de propiedad realenga. Las dos últimas
quedaban incluidas bajo la demarcación territorial cordobesa, en cambio el
condado de Belalcázar formaba parte de la provincia de Extremadura.
Administrativamente, el gobierno directo de buena parte del territorio
pedrocheño estaba a cargo de dos corregimientos cuyos titulares residían, respectivamente,
en Pozoblanco y Villanueva de la Serena.
Nada más tomar posesión del cargo el corregidor publicaba un edicto o bando de buen gobierno que recogía las líneas maestras de su pretendida actuación. Estos bandos muestran de forma bastante diáfana la personalidad e ideología del recién nombrado. En el caso del que era teniente de corregidor y después sería corregidor de la zona belalcazareña, el licenciado Pedro Jacobo Pizarro y Jaldón, natural de Gibraleón, presentan a un personaje autoritario al máximo pero de claras ideas reformistas e ilustradas. En 1806 difunde un edicto que contiene aseveraciones como las siguientes:
Nada más tomar posesión del cargo el corregidor publicaba un edicto o bando de buen gobierno que recogía las líneas maestras de su pretendida actuación. Estos bandos muestran de forma bastante diáfana la personalidad e ideología del recién nombrado. En el caso del que era teniente de corregidor y después sería corregidor de la zona belalcazareña, el licenciado Pedro Jacobo Pizarro y Jaldón, natural de Gibraleón, presentan a un personaje autoritario al máximo pero de claras ideas reformistas e ilustradas. En 1806 difunde un edicto que contiene aseveraciones como las siguientes:
Hago
saber, que estando reducidas las obligaciones que me impone mi oficio a
promover el bien y evitar el mal, es más conforme a mis deseos el que jamás se
cometa éste que tratar de su remedio después de haberse cometido. Y para que
así se verifique, exhorto, requiero y mando a todos y cada uno de los súbditos
de ésta mi jurisdicción, cumplan y llenen sus respectivos deberes según la
clase y estado en que se hallen constituidos.
Guárdese todo respeto y veneración a los Templos y Ministros de nuestra Sagrada Religión. No se ofendan de modo alguno las buenas costumbres, ni se perjudique directa ni indirectamente la salud y tranquilidad pública. Obsérvense las Leyes; y con sujeción a ellas, obren todos el bien y huyan siempre de incurrir en el mal.
Guárdese todo respeto y veneración a los Templos y Ministros de nuestra Sagrada Religión. No se ofendan de modo alguno las buenas costumbres, ni se perjudique directa ni indirectamente la salud y tranquilidad pública. Obsérvense las Leyes; y con sujeción a ellas, obren todos el bien y huyan siempre de incurrir en el mal.
Sea
eternamente Belalcázar la emulación de los demás pueblos; y si, lo que no es de
creer, habitase en su recinto alguna persona capaz de abrigar en su pecho
sentimientos contrarios a éstos, auséntese precipitadamente antes de ponerlos
en ejecución pues de lo contrario se le perseguirá con todo rigor, y sin la
menor indulgencia.
Ciertamente
no estaba advirtiendo en balde. Una de las primeras medidas que tomó tras
emitir el bando anterior fue la de restablecer
en la plaza pública de Belalcázar la
argolla donde se exponían a la visión de los vecinos los convictos de robos
y otros delitos, y lo justificaba de la siguiente manera:
…para
contener los muchos y reiterados robos que se hacen de todas clases de ganados,
colmenas y demás frutos del campo y habiendo de sufrir los reos la pena de
sacarlos al público en el argollón por tres días, cuatro horas en cada uno, con
la especie robada pendiente de su cuerpo, o al pié de él; con respecto a no
haber en esta villa argollón, por haber desaparecido años hace el que había,
hágase de nuevo y colóquese donde estaba el antiguo, que es en las esquinas de
la Plaza dando vista a la calle Larga y demás que allí se reúnen…
Seis
días después ya estaba instalada.
El
afán por mejorar las buenas costumbres e impulsar el bienestar de la población
queda también manifiesto en otras disposiciones tales como el encargo de todos
los volúmenes publicados y los que se fueran publicando del Semanario de
Agricultura y Artes; la orden de componer el reloj de la villa para que los
vecinos no sufrieran el quebranto que ello suponía; acabar con un barranco
contiguo a la Fuente Vieja, donde se estancaban las aguas y se bañaban los
cerdos con el peligro consiguiente de infiltración en el manantial; y atender
la posible recidiva de la espantosa epidemia sufrida en la zona meridional de
España en 1804 para lo cual ordenó surtirse de diversas obras sobre la fiebre
amarilla, la peste y otras epidemiologías.
Fuente:
Blogs del Departamento de
Ciencias Sociales, Geografía e Historia del IES "Antonio M"
Calero" de Pozoblanco (Córdoba) España;