Queridos vecinos y vecinas, queridos amigos, amigas y familiares. Permitidme, por favor, que haga un pregón algo informal y sin pretensiones, que lo haga desde el cariño, los sentimientos, la emoción y la alegría. Conociéndome, no puede ser de otro modo.
En primer lugar, empecemos por lo importante:
En primer lugar, empecemos por lo importante:
¡¡VIVA BELALCÁZAR!!
¡¡VIVA LA VIRGEN DE CONSOLACIÓN!!
¡¡VIVA LA ALCANTARILLLLAAAAAAA!!
¡¡VIVA LA VIRGEN DE CONSOLACIÓN!!
¡¡VIVA LA ALCANTARILLLLAAAAAAA!!
¡¡VIVA LA CHIQUININAAAAAA!!
Esto hay que decirlo así, con el pecho lleno, porque para respetar y vitorear a nuestra Virgen, solo hace falta conocer a su pueblo. Un pueblo maravilloso. Como lo saben los de fuera y lo sabéis también todos los de aquí.
Quiero comenzar expresando mi agradecimiento al Ayuntamiento, a su Alcalde y concejales, y por encima de todo al pueblo de Belalcázar, al que representan y sirven, por esta invitación, que agradezco infinitamente por dos motivos que quiero explicar: por lo que vale y por lo que representa.
Lo que vale es para mi verdaderamente impagable. Soy un joven de casi cincuenta años que pertenece una generación que ha crecido y se ha formado en la transición, con todo lo que eso representa. Mis padres emigraron del pueblo en busca de una vida mejor para ellos y para nosotros, su familia, para ganarse la vida pero sin renunciar jamás ni un ápice a sus orígenes. Por ello soy un humilde pero orgulloso depositario de unos abuelos y bisabuelos que vivieron en el pueblo y se ganaron el pan con el sudor de su frente, con sus manos, con su mejor ilusión para que pudiésemos, las generaciones del futuro, buscar nuevos horizontes. Y por eso les digo a mis mayores y a todos vosotros, que se pueden sentir orgullosos, que os podéis sentir orgullosos, los que están y los que se fueron. Hemos luchado por ello, estudiando y trabajando, y lo estamos logrando, tanto fuera como aquí dentro, pese a las dificultades, cada uno a nuestra mejor manera. Estamos en las universidades, en los gobiernos, en las galerías de arte, en las industrias y los talleres, pero no hemos dejado de estar aquí, con el mismo orgullo, en los campos, los molinos, las vaquerizas y los mataderos. Estamos aquí y allí sostenidos por vuestra callada sabiduría y vuestro humilde trabajo y nos sentimos agradecidos por vuestro esfuerzo e ilusionados por el futuro que nos queda por construir.
Pero también aprecio enormemente esta invitación por lo que significa. En los últimos años he tenido la responsabilidad y el privilegio de servir en varios puestos de gestión en la Universidad de Córdoba y el IMIBIC, el Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba. Por ello he aparecido en la prensa, y quiero deciros que vuestras palabras, las de la familia y los amigos del pueblo, cuando me habéis comentado algo de que me escuchabais en la radio, me veíais en la tele o los periódicos, a pesar del pudor que aún me producen, me han llenado de un orgullo humilde y sincero por haber servido de altavoz para mi pueblo. Y por eso agradezco aún más el apoyo que representan vuestras palabras para la investigación científica y en particular a la investigación en Biomedicina. Ojalá nuestro trabajo pueda traer avances que mejoren la salud y ayuden a curar enfermedades.
Muchos sabéis que, por avatares del trabajo paterno, nací fuera de aquí, en Badajoz y que he crecido y he estudiado en Córdoba, a la que adoro con mi corazón; pero sabéis también que soy, sin discusión posible, del pueblo, de mi pueblo, y que cuando me preguntan digo que soy de Belalcázar, aunque, para ser sincero, debería decir que soy del pueblo de mi mujer, Carmen Balsera, pues este es un privilegio que le agradezco a ella personal y profundamente y al que me debo de por vida, pues como dice ese famoso refrán: Los hombres, independientemente de donde nacen, siempre saben donde van a acabar....en el pueblo de su mujer. Y en este caso, así es, por fortuna y con mucho orgullo.
Porque mi infancia en este pueblo es digna de la que cantase Serrat como cantó al mejor Machado, cuando decía “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero....”
Pues mi infancia son recuerdos de Belalcázar, del campo, las albercas y las risas inacabables, porque he sido muy feliz aquí entre vosotros, y eso, ya, afortunadamente, no tiene remedio.
Yo recuerdo en lo más hondo de mi corazón la Calle el Santo, los peñascones y los vecinos que allí me quisieron y me cuidaron como uno más y me hicieron sentir siempre especial. Recuerdo el Olivar de los Frailes, al que mi tío Gabriel Castaño me llevaba en su motocicleta a vivir el campo con mis queridos Orugo. Y aunque ya no recuerde como hacerlo, allí aprendí a segar a mano, a arar con una mula, a ordeñar vacas y a regar y escardar con un azaón. Con mis amigos aprendí a cazar ranas en el prao, y a coger hinojo para las berenjenas camino de las Copelas, en cuya alberca escribí, con mi añorado amigo Geni y mi pandilla, algunas de las hora mas felices de mi vida. He ido a vendimiar y a por melones, y he aprendido en la matanza, con mi familia, Gervasio, Julián, Trini, Cándida, a los que tanto debo, que el trabajo duro no está reñido con el buen humor, ni la alegría con hacer bien las cosas y ser serio y responsable. He aprendido con Diego Vélez en su fragua y mucho con Luis Tagua en su Carpintería, donde me eché para siempre los mejores amigos que uno pueda tener. En mi calle del Santo aprendí literalmente de todo: desde a jugar a los pistoleros, o a cazar pajarillos con mi amigo Antonio Pineda, a coger un hilván en el taller de la Presenta y hasta a rezar culebrillas con la Manuela. Creedme que, si de educación sentimental se trata, no se puede pedir más, ni mejor.
Porque la educación sentimental, en valores, y no descubro nada, parte de los padres y los hermanos, a los que le debo todo, y les agradezco de corazón todo. Pero yo he tenido la fortuna de complementarlo con mis tíos y mis primos, tantos que no me caben en el discurso pero los quiero a todos y los recuerdo aqui a todos. Y además de la familia de sangre la que, sin serlo lo era por su cariño, por su autoridad moral y por sus enseñanzas. A mi me podía reprender o corregir Joseíllo Tagua o la Angelita la del Gallego que lo que decían iba a misa y yo solo debía aprender de sus palabras. Ojalá el pueblo nunca deje de ser lo que es, una fuente de educación en valores, en cariño y en respeto, una comunidad en el mejor sentido de la palabra.
Porque mi infancia en este pueblo es digna de la que cantase Serrat como cantó al mejor Machado, cuando decía “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero....”
Pues mi infancia son recuerdos de Belalcázar, del campo, las albercas y las risas inacabables, porque he sido muy feliz aquí entre vosotros, y eso, ya, afortunadamente, no tiene remedio.
Yo recuerdo en lo más hondo de mi corazón la Calle el Santo, los peñascones y los vecinos que allí me quisieron y me cuidaron como uno más y me hicieron sentir siempre especial. Recuerdo el Olivar de los Frailes, al que mi tío Gabriel Castaño me llevaba en su motocicleta a vivir el campo con mis queridos Orugo. Y aunque ya no recuerde como hacerlo, allí aprendí a segar a mano, a arar con una mula, a ordeñar vacas y a regar y escardar con un azaón. Con mis amigos aprendí a cazar ranas en el prao, y a coger hinojo para las berenjenas camino de las Copelas, en cuya alberca escribí, con mi añorado amigo Geni y mi pandilla, algunas de las hora mas felices de mi vida. He ido a vendimiar y a por melones, y he aprendido en la matanza, con mi familia, Gervasio, Julián, Trini, Cándida, a los que tanto debo, que el trabajo duro no está reñido con el buen humor, ni la alegría con hacer bien las cosas y ser serio y responsable. He aprendido con Diego Vélez en su fragua y mucho con Luis Tagua en su Carpintería, donde me eché para siempre los mejores amigos que uno pueda tener. En mi calle del Santo aprendí literalmente de todo: desde a jugar a los pistoleros, o a cazar pajarillos con mi amigo Antonio Pineda, a coger un hilván en el taller de la Presenta y hasta a rezar culebrillas con la Manuela. Creedme que, si de educación sentimental se trata, no se puede pedir más, ni mejor.
Porque la educación sentimental, en valores, y no descubro nada, parte de los padres y los hermanos, a los que le debo todo, y les agradezco de corazón todo. Pero yo he tenido la fortuna de complementarlo con mis tíos y mis primos, tantos que no me caben en el discurso pero los quiero a todos y los recuerdo aqui a todos. Y además de la familia de sangre la que, sin serlo lo era por su cariño, por su autoridad moral y por sus enseñanzas. A mi me podía reprender o corregir Joseíllo Tagua o la Angelita la del Gallego que lo que decían iba a misa y yo solo debía aprender de sus palabras. Ojalá el pueblo nunca deje de ser lo que es, una fuente de educación en valores, en cariño y en respeto, una comunidad en el mejor sentido de la palabra.
He disfrutado del cariño de muchísimos amigos y de toda mi familia, la de mis padres y también la política, y por ello les doy y os doy las gracias a todo el pueblo. Pero quiero personalizar este agradecimiento en mis padres, Ángel Castaño y Antonia Fuentes, que por fortuna pueden aún oírme, en mis hermanos, Paco y Joaquín, y mis abuelos Joaquín y Justo Pastor, y mis abuelas, Petra Fernández y Petra García, la de Mata, y en todos y cada uno de mis tíos y primos que siempre me han tratado como alguien especial, y por eso me he sentido y me siento así. Creedme, es un privilegio ser parte de este pueblo.
Y porque conozco a la gente de este pueblo desde hace muchos años me permito sugerir, desde la mas humilde prudencia y respeto, que podemos y debemos seguir sacándole el máximo partido a nuestras capacidades. Somos capaces, y lo sabemos, de unirnos para mejorar nuestra competitividad en la agricultura y la ganadería. Os animo a que sumemos aún más nuestra fuerzas, dejando a un lado diferencias y discrepancias, para hacer más productivos nuestros valores en los mejores entornos, en las cooperativas mas fuertes, las mas competitivas. Tenemos que ser conscientes de nuestras fuerzas, que residen en la seriedad, el rigor y el buen hacer en nuestro trabajo.
Y también quiero hacer un llamamiento para que sepamos sacar el máximo partido de nuestros valores de cara al exterior, los que enseñamos a quienes nos visitan: desde los que vienen a conocer nuestras fiestas y tradiciones más populares, como la Romería de la Alcantarilla y la Semana Santa, o nuestros monumentos, todos los cuales debemos seguir apoyando, mejorando y disfrutando, hasta aquellos que vienen a ver nuestras iniciativas más vanguardistas y novedosas, como La Fragua, una residencia de artistas que nos está poniendo en el mapa como pocas veces hemos estado antes. Estoy seguro de que, juntos, sabremos seguir sacándole el mejor partido a nuestras iniciativas, las nuevas y las de siempre.
He tenido la suerte de pasear con verdadero orgullo y alegría el nombre de Belalcázar allá donde he ido, y a veces he ido bien lejos. Permitidme que os diga que, junto a nuestras tradiciones y nuestra historia, algo que destaca de nuestro carácter es esa capacidad de reír, de disfrutar de la vida sin renunciar a la responsabilidad del trabajo, el respeto por las diferencias y el aprecio por el emprendimiento y la vanguardia. A veces, quizás no somos conscientes y es preciso alejarse un poco del pueblo para ver cuanto y mucho apreciamos lo distinto, lo nuevo, la vanguardia. La vida, como la fortuna, es de los audaces. Quizás el ejemplo mas evidente es ese señor de las plumas en el casco, que nos mira con cariño desde el parque, donde una vez fue casi arco iris: nuestro ilustre y valiente Sebastián de Belalcázar; o nuestro poco conocido Al Gafequi, oculista, médico y científico preclaro al que debemos más de un estudio y mas de un homenaje; o nuestro literario Corpus Barga, al que no debemos menos homenajes e investigaciones. Pero yo os puedo hablar de mucho mas cerca, de nuestros coetáneos, desde mi querido y admirado rockero picapedrero, Manolo el Toqui, capaz de componer un himno y de tallar un San Roque, hasta médicos y enfermeros jóvenes e ilustres, pintores, profesoras y maestras, de aquí y de muy lejos, botanistas, fotógrafos, artistas y hasta agentes de artistas. Muchos están ahora saliendo a la luz en ese fabuloso blog en el que Rafa López nos embarca haciéndonos sentir especiales por estar junto a los mejores zorrunos. Muchas gracias Rafa, sigue así.
Por último, sería injusto e ingrato no reconocer aquí el cariño y la educación recibidas en todos estos años a través de mis muchos amigos, tan heterogéneos, tan fabulosamente singulares y distintos, tan onagros a veces y siempre tan especiales. A ellos también me refiero cuando hablo de alegría. En los 80, cuando le decía a mis amigos de Córdoba que era de Belalcázar, todos sabían donde estaba. Era un sitio donde la fiesta y la alegría era fabulosa y eso, creedme, no es un demérito. El tiempo lo ha confirmado. Porque todos ellos eran herederos de sus padres y abuelos, alegres pero al a vez laboriosos, aplicados trabajadores y emprendedores. Y permitidme que personifique todo ello en el mejor amigo que uno pueda tener, la mejor persona, al que nunca echaré suficiente de menos, como nunca podre querer más, Geni, Eugenio Laguna Lumbreras, a él y a mi mujer, Carmen, y mi hijo, Javier, les dedico este pregón en nombre, y permitidme la inmodestia de arrogarme este derecho, en representación de una generación que se supo divertir hasta el amanecer, con todas nuestra fuerzas, pero que ha hecho lo mismo por avanzar y crecer en nuestros trabajos, respetando a los demás, aprendiendo de los mayores, creciendo y tratando de mejorar en cada cosa, llevando nuestro pueblo a cada rincón donde hemos ido.
Y también quiero hacer un llamamiento para que sepamos sacar el máximo partido de nuestros valores de cara al exterior, los que enseñamos a quienes nos visitan: desde los que vienen a conocer nuestras fiestas y tradiciones más populares, como la Romería de la Alcantarilla y la Semana Santa, o nuestros monumentos, todos los cuales debemos seguir apoyando, mejorando y disfrutando, hasta aquellos que vienen a ver nuestras iniciativas más vanguardistas y novedosas, como La Fragua, una residencia de artistas que nos está poniendo en el mapa como pocas veces hemos estado antes. Estoy seguro de que, juntos, sabremos seguir sacándole el mejor partido a nuestras iniciativas, las nuevas y las de siempre.
He tenido la suerte de pasear con verdadero orgullo y alegría el nombre de Belalcázar allá donde he ido, y a veces he ido bien lejos. Permitidme que os diga que, junto a nuestras tradiciones y nuestra historia, algo que destaca de nuestro carácter es esa capacidad de reír, de disfrutar de la vida sin renunciar a la responsabilidad del trabajo, el respeto por las diferencias y el aprecio por el emprendimiento y la vanguardia. A veces, quizás no somos conscientes y es preciso alejarse un poco del pueblo para ver cuanto y mucho apreciamos lo distinto, lo nuevo, la vanguardia. La vida, como la fortuna, es de los audaces. Quizás el ejemplo mas evidente es ese señor de las plumas en el casco, que nos mira con cariño desde el parque, donde una vez fue casi arco iris: nuestro ilustre y valiente Sebastián de Belalcázar; o nuestro poco conocido Al Gafequi, oculista, médico y científico preclaro al que debemos más de un estudio y mas de un homenaje; o nuestro literario Corpus Barga, al que no debemos menos homenajes e investigaciones. Pero yo os puedo hablar de mucho mas cerca, de nuestros coetáneos, desde mi querido y admirado rockero picapedrero, Manolo el Toqui, capaz de componer un himno y de tallar un San Roque, hasta médicos y enfermeros jóvenes e ilustres, pintores, profesoras y maestras, de aquí y de muy lejos, botanistas, fotógrafos, artistas y hasta agentes de artistas. Muchos están ahora saliendo a la luz en ese fabuloso blog en el que Rafa López nos embarca haciéndonos sentir especiales por estar junto a los mejores zorrunos. Muchas gracias Rafa, sigue así.
Por último, sería injusto e ingrato no reconocer aquí el cariño y la educación recibidas en todos estos años a través de mis muchos amigos, tan heterogéneos, tan fabulosamente singulares y distintos, tan onagros a veces y siempre tan especiales. A ellos también me refiero cuando hablo de alegría. En los 80, cuando le decía a mis amigos de Córdoba que era de Belalcázar, todos sabían donde estaba. Era un sitio donde la fiesta y la alegría era fabulosa y eso, creedme, no es un demérito. El tiempo lo ha confirmado. Porque todos ellos eran herederos de sus padres y abuelos, alegres pero al a vez laboriosos, aplicados trabajadores y emprendedores. Y permitidme que personifique todo ello en el mejor amigo que uno pueda tener, la mejor persona, al que nunca echaré suficiente de menos, como nunca podre querer más, Geni, Eugenio Laguna Lumbreras, a él y a mi mujer, Carmen, y mi hijo, Javier, les dedico este pregón en nombre, y permitidme la inmodestia de arrogarme este derecho, en representación de una generación que se supo divertir hasta el amanecer, con todas nuestra fuerzas, pero que ha hecho lo mismo por avanzar y crecer en nuestros trabajos, respetando a los demás, aprendiendo de los mayores, creciendo y tratando de mejorar en cada cosa, llevando nuestro pueblo a cada rincón donde hemos ido.
Por eso termino con un brindis alegre y orgulloso, dedicado a todos mis amigos y vecinos de Belalcázar, deseándoos una
FELICES FIESTAS Y FELIZ FERIA.
¡¡¡¡VIVA BELACAZAR!!!!