La Santa Inquisición la abolió
Napoleón en 1808, luego la Constitución
de Cádiz en 1813 la abolió otra vez y se
implantó nuevamente por Fernando VII en 1814. Éste la abolió de nuevo en
1820, restituyéndola otra vez estuvo vigente hasta su abolición definitiva
en 1834. Aunque en la actualidad sigue vigente
dentro de la Institución que se
llama Congregación para la Defensa de la Fe.
La Inquisición de Córdoba fue, a
lo largo del siglo XVI, una institución de escaso relieve, de hecho, el número
de condenados a la hoguera después del mandato de Diego Rodríguez de Lucero no pasó
de las dos decenas.
Efectivamente la Iglesia católica
legisló, en 1184, que la quema en la hoguera iba a ser el
castigo oficial por herejía. También se creía que el condenado no tendría
cuerpo para ser resucitado en el Más Allá. Este decreto fue posteriormente
confirmado por el Cuarto Concilio de Letrán en 1215, el Sínodo de Toulouse en
1229, y numerosos líderes del siglo XVII.
Las autoridades civiles quemaron
personas consideradas herejes bajo la Inquisición medieval.
El
auto de fe era una ceremonia pública en la que la Inquisición leía las
sentencias dictadas contra los condenados por delitos contra la fe,
especialmente por herejía. Consistía en que cuando había una cierta cantidad de
condenados por la Inquisición, se reunían en la plaza pública de la ciudad los
inquisidores, eclesiásticos y las más destacadas personalidades del lugar, para
escuchar el veredicto de las sentencias individuales dictadas contra los reos
de la Inquisición.
El auto de fe, se convirtió, poco
a poco, en una especie de confesión pública, y la mayoría de los procesos
inquisitoriales se saldaba, por lo visto, con la prescripción de un par de
oraciones y alguna que otra misa. El empleo del tormento, contra lo que se
suele pensar, era inusual en el Santo Oficio de Córdoba. No era extraño que los
acusados fuesen puestos en libertad por defecto de probanza.
Los magistrados del Santo de
Oficio de Córdoba eran comprensivos y benévolos y tenían en cuenta, según se
desprende de la literalidad de sus dictámenes, multitud de circunstancias
atenuantes como por ejemplo:
«como
hombre rústico que era»
«por ser
menor de edad y haberlo dicho debido a su ignorancia»
«era muy
viejo y pareció algo falto de juicio»
«se probó
[que] estaba borracho cuando lo dijo»
«por estar mal adoctrinada»
«lo había
dicho con buena intención»
«lo dijo
con iracundia»
«parece que
lo dijo a manera de burla»
«era
cristiano viejo y fijodalgo»
«era
pobre y ciega»
«era
hombre de baja suerte e hijo de una esclava de casta de los moros»
«estaba
muy enfermo de bubas y de otras enfermedades»,
Así, nos encontramos con el de
Córdoba, fundado en 1482, con el nombramiento como inquisidores de Pedro
Martínez de Barrio y Antón Ruiz de Morales. Su delimitación territorial
comprendía el arcedianato de Écija y el obispado de Córdoba, con la exclusión
del condado de Belalcázar, ya que
éste se hallaba bajo la jurisdicción del tribunal de Llerena.
Capilla del Comisario de la Santo Oficio
En 1485 la Inquisición promulgó
un edicto “de gracia”: las personas que hubieran apostatado o cometido delito
contra la fe debían comparecer dentro de un corto plazo y confesar ante los
inquisidores pidiendo reconciliación. Pasado el plazo, el tribunal procedería
con rigor. El 22 de junio de aquel 1485, Juan Sánchez de Toledo compareció
voluntariamente ante el tribunal y confesó –siguiendo fórmula quizá
preestablecida- “haber
hecho e cometido muchos y graves crímenes y delitos de herejía y apostasía
contra nuestra santa fe católica”.
En
nuestro Valle de los Pedroches en el último tercio del siglo XVI se recogen
varios casos de hechicería y brujería.
El más importante se localiza en El Viso y el inquisidor tiene
conocimiento a través de la denuncia
realizada por un familiar del Santo Oficio que reside en la mencionada
población:
«Bartolomé
Gómez, famyliar en el dicho lugar del Viso, dixo que Juan Muñoz, alguacil, le
auía dicho que le auían maltratado unas bruxas. Examinado, dixo que, estando
acostado en su cama, vio entrar por la puerta del aposento tres mugeres y las
dos llegaron a él y le maltrataron y dieron pellizcos en sus uerguenQas, que le
sacaron de ellas mucha sangre, y salió peleando con ellas hasta la puerta de su
casa, que estaua entornada, y por ally se auían ydo por su pie sin que
conociese nynguna».
La declaración del alguacil causa
un fuerte impacto hasta el punto de que el licenciado Gasca Salazar decide
investigar a fondo el asunto. Fruto de las pesquisas llevadas a cabo son los
testimonios de algunos vecinos que corroboran la existencia de brujas.
El aislamiento de la comarca
explica el arraigo de supersticiones. Figuran varias testificaciones con la
misma acusación, «auer
dicho, estando en casa de un difunto, que derramassen agua de los cántaros
porque decía que el ánima del difuncto se yva a uañar».
El hecho despierta la curiosidad del
inquisidor, quien, tras las oportunas diligencias, reconoce que «esto se dice comúnmente en esta tierra».
A mediados de junio Gasca Salazar
se traslada a la parte occidental de la comarca de Los Pedroches, dominio
señorial del conde de Belalcázar por
aquellos años D. Alonso de Sotomayor y Enrique el cual, al parecer, llega a ser
excomulgado por los inquisidores de Extremadura por haber defendido los
derechos de la potestad temporal contra las pretensiones del Santo Oficio.
Me pregunto si los pentagramas
gravados en las esquinas de las murallas del castillo están relacionados con
este hecho.
Los cristianos atribuyeron el
Pentagrama a los 5 Estigmas de Cristo.
En la Edad Media, era un símbolo de Verdad y una protección contra los
demonios. En la Inquisición, el pentagrama invertido simbolizaba la Cabeza del
Chivo, símbolo de satanismo y magia negra.
Petagramas en las esquinas del castillo
El
día 15 llega a Belalcázar y a renglón seguido tiene lugar la lectura
de los edictos en la citada población y en las de Villanueva, Hinojosa y El
Allozo.
En la capital del condado el
inquisidor recibe testificaciones contra 30 personas, 24 hombres y 6 mujeres.
Entre los primeros conocemos la identidad de 16, muestra que permite un esbozo
de los grupos sociales a los que pertenecen. Destacan los eclesiásticos que
representan más de un 50%. Se contabilizan siete religiosos, en su mayoría
franciscanos conventuales en Belalcázar, y dos miembros del clero secular que
desempeñan cargos de responsabilidad. Uno es comisario del Santo Oficio en la
susodicha localidad y el otro ocupa la vicaría de El Allozo. También figura un
ermitaño oriundo de Portugal. Dentro del estamento llano se constata la
presencia de dos labradores, un hortelano, un sedero, un tapicero al servicio
del titular del señorío y un escribano.
Todos los clérigos denunciados
están acusados de solicitar a las hijas de penitencia y cometer abusos en el
confesionario. Sin embargo, a veces no se aportan pruebas concluyentes y la
delación se basa en meras sospechas. Un ejemplo lo tenemos en la deposición de
una señora contra el comisario del Santo Oficio de Belalcázar:
«Theresa
Belarde Morillo denunció a Francisco López de Córdoua, comyssario de
Belalcázar, que en tiempo de un jubileo estaua en la iglesia en un
confissionario con doña Petronila, que es ya difunta, y tenía mucho ruydo y
porque otras ueces, estando en su casa en presencia del testigo, se decían palabras
de amores y escribían villetes, sospechó mal de ellos».
La Inquisición vigila de manera
especial la conducta de los comisarios y familiares con el fin de no dañar la
imagen y el prestigio de la institución.
Precisamente en el informe
remitido a la Suprema el licenciado Gasca Salazar declara que, salvo la citada
denuncia, «en lo demás el comyssario
y familiares deste partido tienen buen nombre».
En el siglo XV, vivían en
Extremadura, al Oeste de Castilla, numerosas comunidades de judíos y conversos.
La expulsión de los judíos de España no extirpó por completo la tradición
judía, sino que la vida criptojudía prosiguió en diversos centros de conversos,
aunque sin la dirección de líderes y asesores espirituales judíos. Cuando la
Inquisición extendió sus redes por toda España, hubo que fundar un tribunal
especial que funcionara en Extremadura, en Puebla de Alcocer y en Belalcázar.
Siete personas van a ser
delatadas por seguidoras de la ley mosaica, aunque entre los cargos no aparecen
prácticas religiosas concretas. Así, Diego Ruiz, sedero avecindado en
Belalcázar, despierta sospechas porque se descubre que «hylo ynformnión de limpieza siendo nieto de
condenado».
La ausencia de comunidades
moriscas importantes en la zona explica que en la visita al condado no se
reciban testificaciones por cuestiones de la llamada secta mahometana. En
cambio, se presentan acusaciones contra un presunto alumbrado y un sospechoso
de la doctrina protestante. Un ermitaño portugués será delatado por «auer dicho
que era alumbrado». Miguel de Flandes, tapicero del duque de Béjar, comparece
ante el Santo Oficio porque «preguntó
que para qué hacían aquellas processiones y, diciéndole que para que Dios
diesse salud y bienes temporales, avía dicho que lo que Dios tenía determinado no
se dexaría de cumplir».
La estancia de Gasca Salazar en
Belalcázar dura un mes aproximadamente, ya que el 14 de julio se traslada a la
villa de Hinojosa con el fin de cumplir unos objetivos precisos: «visitar los
sanbenitos que ay allí y auer residido el licenciado xpoual Mexía, preso en la
Inquisición de Llerena».
En la susodicha localidad
permanece dos semanas y recibe testificaciones contra 11 personas, 9 hombres y
2 mujeres. Entre los delatados se encuentran dos clérigos, un religioso
franciscano, una beata, un tintorero y un escribano al servicio del duque de
Béjar. Las acusaciones no encierran delitos graves y las investigaciones
llevadas a cabo sobre la actuación del licenciado Mejía dan como resultado la
presentación de una denuncia contra este singular personaje. Los testigos
examinados inculpan al susodicho clérigo de «mandar
cortar los cauellos a las doncellas y predicar a las beatas en la iglesia y no
consentir que estubiessen ally hombres y que a estas beatas no las confessase
el rector; las cosas que les predicaua eran buenas y persuadiéndolas castidad y
la frequencia de la confessión y recogimyento».
Otra de las misiones del
inquisidor en Hinojosa va a ser la indagación de la conducta del comisario
Toribio de la Vega, acusado de solicitar a una hija de penitencia. Tras
comprobar que la afectada es una mujer de «malbiuir», informa que, «fuera desto, el comyssario tiene buen nonbre
y los famyliares». A finales de julio concluye la visita.
Recreación de la Cruz de la Inquisición, también conocida como "La Picota" y como "Cruz de los Garabatos", estaba situada en el pico del actual parque del Quinto Centenario.
Fuentes:
La Inquisición de
Córdoba y la visita de distrito en el último tercio del siglo XVI por Juan
ARANDA DONCEL.
La España de la
Inquisición de Santos Alvarez.
Inquisición Española:
poder político y control social de Bartolomé Bennassar.